Consejos para la eritrofobia

Hola amig@s!!

Hoy os traemos el testimonio de una paciente de nuestro psicólogo Jordi Santandreu , esperamos que sea de vuestro interés y os ayude.

Abrazo,

Voy con una amiga andando por el paseo marítimo de Castelldefels y me encuentro a mi primo. Empiezo a notar taquicardia, sudores y mucho calor en la cara. No sé qué decir, me quedo paralizada e incluso siento un leve mareo. Soy consciente de que me he puesto muy roja y eso aumenta mi ansiedad. Cuando todo pasa, me siento lo peor, me siento inferior a los demás y sólo me dan ganas de llorar y de maldecirme a mí misma por lo que me pasa. Maldita eritrofobia. 

Seguramente, para muchas personas este nombre les resultará totalmente desconocido. Para otras, en cambio, se habrá convertido en su compañero de vida, como me ha pasado a mí durante los últimos años.

La eritrofobia es el miedo a ruborizarse en situaciones sociales. Las personas que sufrimos esta fobia social, nos avergonzamos por enrojecer delante de los demás y cuando esto nos pasa aumenta nuestra ansiedad generando, así, mayor rubor facial.

De esta manera, cada vez vamos temiendo más situaciones sociales y hacemos todo lo posible por evitarlas. En mi caso, siempre he temido las situaciones en las que yo me podía convertir en el centro de atención como reuniones familiares, reuniones de amigos, conversaciones con mis compañeros de trabajo, etc.

Como todas las personas que sufrimos eritrofobia, desarrollé conductas evitativas, empeorando mi fobia, hasta el punto en que me ponía roja al ir a comprar, cuando alguien me saludaba o, en ocasiones, solamente me hacía falta pensarlo para ponerme roja durante una conversación relajada con mi mejor amiga o mi madre. Llegué a automatizar mi rubor y mi cuerpo reaccionaba ante cualquier contacto social como una señal de alarma. 

Durante años evité ponerme camisetas rojas para que no pudieran compararla con mi cara al ruborizarse; en mi pueblo, mi primer contacto con mis amigos siempre era de noche para sentirme más libre y que no se diesen cuenta de mi rubor al saludarlos; el sol se convirtió en mi aliado, ya que aunque hiciera 35 grados prefería que los demás pensasen que me ponía roja por el calor que no por mí misma; otras veces, me ocultaba bajo unas gafas de sol y en el gimnasio comenzaba a hacer deporte lo antes posible para que relacionaran la rojez con el cansancio. En general, siempre intentaba pasar desapercibida y nunca llamaba la atención.

Desde que tengo eritrofobia, mi autoestima se ha visto muy afectada. Los primeros años en los que sufría esta fobia no podía evitar irme a llorar justo después de ruborizarme. No entendía por qué me pasaba esto a mí y por qué el miedo al rubor facial podía dominar mi vida. Por ello, decidí seguir una terapia psicológica (terapia cognitivo-conductual o terapia del pensamiento) y a día de hoy puedo decir que es lo mejor que he hecho.

Reconozco que aún me queda mucho camino por recorrer, pero sé que he dado pasos agigantados respecto a mi fobia al rubor. Por eso, si algún día una persona que sufra eritrofobia leyera este pequeño texto quiero decirle que, aunque parezca imposible, con ganas y con mucho esfuerzo, se puede mejorar. Además, me gustaría darle una serie de consejos que a mí me han servido para rebajar mucho mi ansiedad.

Consejos para reducir/superar la eritrofobia:

  1. Infórmate. Aunque suene contradictorio, siempre he tendido a intentar “no pensar” en lo que me pasaba a pesar de que para mí el temor al rubor facial estuviese presente en mi mente la mayor parte del día. Para empezar a trabajar la eritrofobia considero que es necesario leer, informarse. Debemos saber cuál es la explicación física del rubor y buscar información sobre la eritrofobia (causas, consecuencias, testimonios, etc.). Recomiendo la siguiente lectura: “Mi vida con rubor”, basado en la experiencia personal del autor, que padece eritrofobia, así como lecturas y vídeos de autores como Albert Ellis, que nos aportará una perspectiva muy útil e interesante de nuestras creencias y pensamientos.
  2. No a la anticipación. Las personas que sufrimos esta fobia tenemos el “don” de anticipar los acontecimientos, aunque los pensamientos acerca de estos acontecimientos sean erróneos y distorsionados. Por ejemplo, cada vez que me enfrentaba a una situación social solo pensaba “me voy a poner roja y es horrible”, “me voy a poner roja y es horrible”, “me voy a poner roja y es horrible”. De manera que llegaba a la reunión y me ponía roja y, obviamente, me hundía.

Debemos aprender que no somos videntes y que los pensamientos, en este caso negativos, nos condicionan mucho. Ante una situación que consideramos “peligrosa” lo mejor es no dejarse llevar por nuestro demonio interno y hacer otras cosas para “bloquear” estos pensamientos, que son irreales y no nos ayudan.

  1. Exposición, nunca huir. Este punto quizás sea el más importante para hacer frente a la eritrofobia y el que más cuesta de llevar a cabo. Nuestra manera de “sobrevivir” nos lleva a alejarnos de aquello que nos hace daño, pero no nos damos cuenta de que huyendo lo único que conseguimos es aislarnos socialmente y hacer más grande el problema. A día de hoy, tengo claro que sin exposición es imposible avanzar. A pesar de mis comportamientos evitativos, porque aún los tengo, trato de exponerme día a día ya sea en el trabajo, con amigas, con mi familia, etc.

Una buena manera de empezar a exponerte es la “exposición en imaginación”, que consiste en imaginarte una escena en la que te ruborizas después hacer una meditación previa. Puedes imaginarte un caso en el que te sueles poner rojo y entrenarlo diariamente en la imaginación hasta que ya no te produzca ansiedad. 

  1. Busca dentro de ti qué exigencias hay detrás. Como he comentado anteriormente, el temor a ponerme roja es algo que sentía como parte de mí y lo tenía automatizado. No me había parado a escucharme a mí misma y nunca iba más allá. A partir de la terapia psicológica, he aprendido a buscar dentro de mí, y a encontrar qué exigencias me llevan a pensar que ponerse roja es algo terrible. En mi caso, predomina la idea de “debo ser perfecta”, “no debo equivocarme”, “no debo hacer el ridículo”, “debo quedar bien ante los demás”, “debo ser aceptada y querida”, etc. Una vez hayas localizado estas exigencias, es hora de trabajarlas.
  1. Debatir las ideas irracionales. Otro ejercicio fundamental para no darle tanta importancia a nuestra fobia son las técnicas que propone Ellis para debatir nuestras ideas irracionales. Pregúntate ¿en qué lugar está escrito que no puedas ponerte rojo?, ¿realmente es tan horrible/insoportable ruborizarse?, ¿Qué te pongas rojo te hace inferior a los demás? Rebate estas preguntas y construye nuevas creencias racionales como, por ejemplo: “En ningún lugar está escrito que yo no pueda ponerme roja y sufrir ansiedad. Me gustaría no ponerme roja, pero asumo que soy humana y soy imperfecta. Sé que es un momento muy incómodo, pero es soportable”.

Aconsejo escribir nuestros debates y también grabarlos para escucharlos y que estas nuevas ideas vayan calando en nuestra conciencia.

  1. Tómatelo como un entreno. A mí me ayudó mucho la semana en la que mi psicólogo me mandó como ejercicio semanal, hacer una exposición diaria. El hecho de exponerte voluntariamente y no esperar escondido a que el peligro venga hacia ti hace que lo veas como algo interesante, divertido y rebaja mucho la ansiedad ante el rubor facial. Durante la semana, me expuse de diversas maneras como, por ejemplo, preguntando a un desconocido dónde estaba Gavá (sabiendo que ya estaba en Gavá, mi pueblo), fui con mi pareja a cambiar una prenda sin saber ciertamente si podía cambiarla allí (evitaba ir con él de compras), fui a comprar a la farmacia y cuando ya estaba pagando simulé que no me iba la tarjeta y me fui sin comprar, tuve una reunión familiar, etc. Sin duda, puedo confirmar que este ejercicio funciona.
  1. Ver las mejoras, porque las hay. Sabemos que no es un camino fácil. Durante el tiempo en el que estemos trabajando la eritrofobia sufriremos avances, pero también retrocesos. Recomiendo escribir diariamente un avance que hayamos tenido durante el día. Por muy insignificante que parezca, nos ayuda a ver que poco a poco progresamos y esto nos da ánimos para seguir con fuerza.
  1. Escribe una carta a tu compañera eritrofobia. Escríbele una carta de despedida a la que ha sido tu compañera durante mucho tiempo. Dile adiós, desahógate, expresa todo lo que te ha hecho sufrir, lo que te has perdido por estar pendiente de ella, pero también agradécele lo que te ha enseñado y trátala con amabilidad, como tu defecto más preciado.
  1. Meditación y yoga. A menudo, somos nuestros peores jueces. Trátate como le tratarías a tu mejor amiga. Cuida tu mente y tu cuerpo. Esto te ayudará a estar mejor contigo misma y a quererte más y mejor. Estas prácticas te ayudarán a mantener un estado de consciencia plena en diferentes situaciones y a disfrutar del momento sin que tengamos el foco puesto en nosotros mismos y en nuestro problema. Además, reducirá tu ansiedad.
  1. No lo escondas, cuéntalo. Tómate la libertad de contarle tu problema a las personas más allegadas a ti. Ellos no te van juzgar e intentarán darte consejos útiles. Además, verás que no le dan tanta importancia como le das tú y te darás cuenta de que te quieren y te valoran por quién eres y no por ponerte rojo en determinadas situaciones.
  1. Acéptate incondicionalmente. Como apunta Dryden en su libro “Acéptate a ti mismo”, como seres humanos, en nuestra esencia está el errar. Somos imperfectos, únicos y cambiantes y tan complejos que no podemos calificarnos de manera global. Es decir, no podemos afirmar que somos personas inferiores por ruborizarnos porque no estaríamos en lo cierto. La eritrofobia es una mínima parte de nuestro ser.

El objetivo de estos ejercicios es llegar a desaprender todo lo que hemos aprendido durante años a través de ideas irracionales e irreales. Por eso, os aconsejo que dediquéis unos minutos de vuestro día a practicar estas técnicas, que no pretenden ser la solución mágica para la desaparición inmediata de la eritrofobia, pero que, sin duda, nos servirán de gran ayuda para sentirnos mejor con nosotros mismos.

4 comentarios en “Consejos para la eritrofobia

  1. Mónica

    Muchas gracias por tu testimonio. Llevo casi toda mi vida evitando sonrojarme y he intentado que no sea un obstáculo en mi vida, pero he de reconocer que las temporadas en las que menos me he expuesto a situaciones temidas el miedo a ruborizarme ha aumentado. El discurso interior posterior a ponerte colorada te deja vulnerable porque en ese momento todo se resume en «no te engañes, así nunca serás valiosa». Para mí la mascarilla con el covid fue en parte una tregua. Si, de veras. Y ahora que estoy en la etapa de la menopausia los momentos en los que me ruborizo han aumentado. Así que toca volver a remangarse con valor y cariño para exponerse de nuevo como tú bien nos explicas. En mi caso ha sido una gran ayuda la práctica del mindfulness para ser un poco más amable con migo misma y con los demás. Leeré con interés las lecturas que recomiendas. Gracias por compartir, por tu ayuda, eres un sol!

    Reply
  2. Johanna

    Hola, se podría aplicar estos ejercicios para los que peleamos todo el tiempo con pensamientos negativos y vivimos preocupándonos por absolutamente todo?

    Reply

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

  • Libros recomendados

  • Artículos publicados por mes