¡Nadie tiene razón!
La «verdad» es una cosa resbaladiza. No existe una sola verdad sino muchas. Incluso para fenómenos científicos. De hecho, las explicaciones científicas están en constante revisión.
Las otras verdades, las de la calle, son incluso más imperfectas. Lo que opinamos —sobre política, ética, relaciones y demás— depende de ópticas y momentos históricos. Suelen ser visiones que, en pocos decenios, quedan anticuadas. La persona inteligente lo sabe y lo tiene en cuenta. El obstinado irreflexivo, no.
¡Nadie tiene la razón completa sobre nada, jamás!
Lo que podemos hacer es llegar a acuerdos, extraer conclusiones útiles que nos otorguen un buen posicionamiento frente a la realidad. Nada más.
¡Nada de verdades absolutas, nada de «tengo razón», nada de «yo soy listo, tú eres tonto»!