Diferenciar dónde está el límite de nuestra influencia en el cambio es lo que determina cuando tus esfuerzos merecen la pena o cuando es sano retirarse con humildad y aceptación.

Creo que tenemos una gran capacidad para conseguir cambios en nuestras vidas, mucha más de la que nos pensamos. Aun así, los seres humanos tenemos limitaciones, ¡no podemos conseguirlo todo! Abarcamos hasta cierto punto y no podemos modificar muchos aspectos de nosotr@s mism@s, de los demás o de la vida. ¡Y lo más importante es que no lo necesitamos para ser felices!

Centrar tu energía y tiempo en algo que no puedes cambiar, es como enzarzarse en una batalla en la que no depende de ti ganar o perder. ¡Como si en un día lluvioso centrases todas tus fuerzas para que no cayera una gota más! Acabarías agotad@ y, tanto si deja de llover como si no, no será gracias a ti. Lo que sí que puedo hacer es coger un paraguas, un chubasquero, conducir con más precaución…

Conocer cuál es nuestra área de control es muy importante, para no infravalorar (ni tampoco sobrevalorar) nuestras capacidades e influencia en el cambio. Nuestra área de actuación (el espacio por donde podemos movernos para conseguir aquello que queremos) determina la utilidad de nuestros esfuerzos, si estos están enfocados en algo provechoso o caen en saco roto.

¿Qué está en mi mano para cambiar esto? ¿Qué puedo hacer yo para aumentar o disminuir la probabilidad que esto o aquello ocurra? ¿Qué puedo hacer yo para minimizar el impacto negativo de esta situación? ¿Hasta qué punto esto depende de mí? La respuesta a estas preguntas es donde pienso que merece la pena centrar nuestras energías. Lo demás no merece nuestra atención y dedicación, es faena de otros y sería bueno delegarlo.

Eduardo Sánchez
Psicólogo Colaborador del Equipo de Terapia de Rafael Santandreu