Persuasión.

La persuasión demanda saber aplicar el instrumento regio de la felicidad: la renuncia. Sólo la disposición a renunciar a algo —si fuese necesario— nos dota de completa capacidad para conseguirlo.
 
Sé que la «renuncia» es antiintuitiva. No parece que sea una buena estrategia para conseguir algo, sin embargo, lo es. Y la única forma de que el otro capte que no estamos aprovechándonos de él es ser capaz de renunciar, de darle realmente la opción de escoger, sin malos rollos, con alegría. Sólo así comprenderá que lo que proponemos es también en su favor.
 
Cuando intentamos persuadir —con la «renuncia» a mano— no siempre conseguimos lo que nos proponemos, pero sí en un 80 % de las veces. Por el contrario, con la exigencia o imposición sólo conseguimos un magro 20 %, con un gran coste emocional.
 
Además, estamos contagiando al otro para que cuando le llegue el turno se ponga a exigir, tal y como ha aprendido de su «maestro».
Fuente: lamenteesmaravillosa.com

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