Dependencia

Hola amigos!!

A veces podemos pensar que sin la ayuda de los demás no somos capaces de decidir, que fallaremos, nos equivocaremos, que somos inferiores, …, en definitiva “QUE NECESITAMOS A ALGUIEN A NUESTRO LADO”!!! De manera que si se rompe una relación, si estamos solos …., lo vemos como algo insufrible ya que hemos aprendido a no confiar en nosotros y nuestros propios recursos.

Os paso  una reflexión de Alber Ellis, que desmonta esta idea irracional de que SE DEBE DEPENDER DE LOS DEMÁS Y  QUE SE NECESITA A ALGUIEN  MÁS FUERTE EN QUIEN CONFIAR!!!!

Un abrazooo

Aunque en teoría aprobamos la libertad y la independencia en nuestra sociedad, muchos de nosotros creemos que debemos de  depender  de otros  y  que necesitamos a alguien  más fuerte en quien confiar. Esta es una idea irracional  por  varias razones:

1.Aunque es verdad que todos somos algo dependientes de los demás en esta sociedad tan compleja (ya que con dificul­tad podríamos comprar alimentos, viajar en tren, vestirnos o hacer cientos de cosas necesarias sin la considerable y colaboradora división del trabajo), sin embargo no hay razón para que esta dependencia se maximice y literalmente se exija que los demás elijan o piensen por  nosotros.

2.Cuando más se confíe en los demás, más seguro es que se dejen muchas cosas que se querían hacer en la vida, y se elijan cosas, forzado por la necesidad extrema, que los demás quieren que uno haga. La dependencia está inversamente relacionada con el individua­lismo y la  independencia, y no se puede ser uno mismo y estar muy pendiente de los demás al mismo tiempo.

3.Cuanto más se confíe en que sean los demás quienes le guíen a uno y le ayuden a hacer cosas, menos tendrá que hacerlas por sí mismo y como consecuencia a aprender de ellas. Esto significa que cuanto más dependiente se sea, se tenderá a serlo todavía más. Por otra parte, si alguien depende de los demás para sentirse seguro, más que ganar  pierde seguridad, ya que la única seguridad real que se puede tener en la vida es la de saber que, a pesar de los errores que se puedan cometer, no se es un  ser inútil sino simplemente una persona falible. La dependencia, en un círculo vicioso, conduce a disminuir la confianza y aumentar la ansiedad.

4.Cuando se depende de los demás, se pone uno mismo a merced de ellos, y por consiguiente a merced de fuerzas externas que por lo general no se  pueden controlar. Si se depende de uno  mismo  para tomar decisiones y llevarlas a cabo, al menos se trabaja con el propio pensamiento y se confía en él y en la conducta de uno.

En lugar de luchar por depender de otras personas, el individuo  racional deberá hacer todo lo que pueda por sostenerse  con sus dos pies y pensar y actuar como crea conveniente. Algunos objetivos concretos por los que puede luchar en relación con este aspecto son:

1.Deberá aceptar el hecho de que está y estará solo en este mundo, y que no es necesariamente terrible el apoyarse en uno mismo y ser responsable de sus decisiones. Por mucho que colabore  con los demás  y muy amigos que sean, sólo  él conoce sus necesidades  y estímulos, y puede enfrentarse  a sus proble­mas en la vida.

2.Debe comprender muy claramente que nunca es algo terrible el fracasar en la consecución de un objetivo, que los seres humanos aprenden  con el fracaso y que sus fracasos no tienen nada que ver intrínsecamente con su valía como ser humano. Por consiguiente deberá seguir luchando por aquello que quiera conseguir en la vida, aun  cuando las posibilida­des de  obtenerlo sean pocas, y sobre todo adoptar la filosofía de que es mejor arriesgarse y cometer errores por elección  propia, que  vender el alma por una «ayuda»  innecesaria de los demás.

3.No debe, de forma rebelde y defensiva, rechazar cual­quier ayuda de los demás, para probar lo  «fuerte» que es y cómo puede valérselas por sí mismo él solo; a veces se debe  buscar  y aceptar la «ayuda» de los demás, cuando  es realmente necesaria.

Espero que os hayan gustado estas reflexiones de Alber Ellis.

Eva Massot

Psicóloga colaboradora del Centro de Terapia Breve de Rafael Santandreu

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