Consejos para manejar la ira: parte 1

Hola amig@s!!

hoy os traigo unos consejos para gestionar la ira, en esta primera parte trataremos unas consideraciones racionales en torno a ella.

Un abrazo,

“Si alguien se acerca a ti con un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece el regalo?- preguntó el maestro.

– “A quien intentó entregarlo”- respondió el alumno.

– “ Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos” – dijo el maestro – “cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo”-.

Todos, en algún momento, nos hemos visto desbordados por la ira. La mayoría de las personas entendemos que se trata de una emoción que, si se desboca, puede resultar muy destructiva en muchos aspectos. No me interpretéis mal, no pretendo presentar a esta emoción como un objetivo que hay que erradicar a toda costa de nuestras vidas; no es esto. La ira no es mala en sí, es una emoción básica, necesaria para nuestra supervivencia, para defendernos ante un peligro inminente. También hay que reconocer que sin ella no existiría la justicia social, ni la lucha por los derechos. He llegado a presenciar cómo algunos pacientes, gracias a la ira, han podido salir de una profunda depresión. Tiene su sentido y su razón de ser.

Pero como todo en la vida, en exceso y descontrolada, puede resultar desadaptativa. Horacio, un poeta reflexivo del siglo I d. C. decía “…la virtud está en el punto medio de dos vicios opuestos…”. Tal y como nos presentaba nuestro querido Albert Ellis en su libro Controle su ira, antes de que ella le controle a usted, no es conveniente dejarnos llevar por la rabia, entre otras razones, liberarla sin diligencia puede ser placentero a corto plazo, pero muy perjudicial para nosotros y las personas que amamos y que forman parte de nuestro día a día. Es por ello que os presento algunos consejos de psicología cognitivo-conductual para redirigir nuestro estado iracundo, antes de que nos gobierne él a nosotros.

Claves racionales o consideraciones en torno a la rabia:

En muchas ocasiones, el germen de nuestra ira radica en creencias irracionales que mantenemos relacionadas con exigencias superlativas de respeto o injusticia, o bien, exigencias en torno a que las cosas deben salir como yo quiero que salgan, tales como:

  • “No soporto que me traten injustamente,”.
  • “Es intolerable que me falten el respeto”.
  • “Estoy harto de que las cosas no salgan como yo quiero”.
  • “Es terrible no conseguir lo que me propongo”.

Exigir todo el tiempo que las personas de nuestro entorno cotidiano nos respeten y nos traten con justicia SIEMPRE, es preferible, ¡claro que sí!, pero no es realista. No va a ocurrir. En algún momento alguien nos va a faltar el respeto y nos va a tratar injustamente. Y hay que comprender que, a nivel profundo, no nos conviene dejarnos contagiar por su rabia, su ira o sus malos modos. Nos conviene ser conscientes de que esto ocurrirá, estar preparados y no dejarnos contagiar. Lo mismo es aplicable a la exigencia de que las cosas deben salir siempre acorde con nuestras preferencias. No aceptar que la realidad es la que es. Exigir que la vida, la gente y las cosas dejen de ser como son para que sean como uno quiere que sean.

Puedes tener toda la razón del mundo, pero si dejas que la bestia salga, voy a perder la razón, literalmente: dejar que la ira se desboque, te quita totalmente la verdad. No es la manera más oportuna de solucionar las cosas que te molestan. Que nos traten mal no nos legitima para responder con la misma desfachatez o superior violencia. Solo contribuyes a una escalada sin fin del conflicto. Tampoco contribuyes a que las cosas sean como tú prefieres que sean.

No te subestimes, puedes soportar que te traten injustamente o que no salgan las cosas como te gustarían. Puedes aguantar esto, no es intolerable, simplemente es incómodo, desagradable e inconveniente, pero jamás terrible o insoportable. Entiende y asume, a nivel profundo, que los demás me pueden molestar, no es lo preferible, pero si exiges que eso no debe suceder absolutamente, esta imposición dogmática te alterará, es tu exigencia de que es intolerable, lo que produce tu rabia. La clave está en cómo te lo tomas o quieres tomármelo. “No es Pepe quien me pone de los nervios, soy yo quien le da el poder a Pepe para que me ponga de los nervios”.

Apliquemos también una reflexión funcional sobre no poner medidas para redirigir nuestro comportamiento irascible: «¿de qué me sirve ponerme hecho una fiera cuando mi pareja o mi hijo, o mis compañeros de trabajo me faltan?, ¿va a arreglar eso las cosas?, ¿es la manera que yo quiero ser, la manera en la que me gustaría reaccionar?, ¿me ayuda ponerme hecho una fiera a ser la persona que quiero ser?, ¿cuáles son las ventajas e inconvenientes de seguir poniéndome como una fiera?», “¿cómo quiero que me recuerden mis familiares, amigos y compañeros: como una buena persona o como una bestia irracional?”.

 

Claudio López Mora

Psicólogo Colaborador del Centro de Terapia Breve de Rafael Santandreu

 

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