Un fenómeno característico de la invención de demonios absolutos es el pensamiento de blanco o negro. Cuando uno se convence de que existe el mal total, se tiende a ver el mundo dividido en dos: los seguidores de Belcebú y los responsables perseguidores del mal. No hay nadie en medio.
En el curioso fenómeno de «la agresividad nacida de la bondad», o estás en el bando de los ángeles o en el de los demonios. Y el debate, la duda, la ligereza, el replanteamiento o cualquier tipo de tibieza te colocará entre los sospechosos de herejía, la parte a aniquilar.
En psicología sabemos bien que el pensamiento de blanco o negro es síntoma de neurosis. El hiperceloso, por ejemplo, quisiera anular toda posibilidad de infidelidad, tal es su temor a que un día suceda lo peor.
El hipocondríaco necesita también la seguridad, en un 100 %, de que la prueba médica le descarta de la enfermedad. No le vale un 96 %; ese 4 % de posibilidades es intolerable.
Por eso no hay nada más sano que evitar el pensamiento de blanco o negro. La vida tiene grises, sombras, colorines y muchas tonalidades. Y, precisamente, la observación completa de los fenómenos es lo que nos permitirá hallar soluciones reales y efectivas, incluso hermosas.
El fenómeno de la caza de brujas es una perversión tremenda. Al final se trata de excluir y saquear. Al perseguido se le quita su condición de persona y se lo convierte en otro ente. Paradójicamente, el perseguidor de la caza de brujas esta incapacitado para negociar acuerdos racionales, pero en base a la historia que se monta, es quien se considera que está con «las personas» y en contra de los otros, que también tienen sus razones pero no serán siquiera escuchadas…