A continuación se pueden leer las cinco renuncias fundamentales que hemos de llevar a cabo para convertirnos en personas saludables. Las he enmarcado dentro de una pirámide que asciende en dificultad. Todos los días, a modo de repaso, podemos comprometernos con ellas. Puedo asegurar que si nos convencemos de que no necesitamos estos cinco bienes claves, nos convertiremos en personas excepcionalmente sanas.
 
La primera renuncia, la más básica, es la de la seguridad económica. Se trata de comprender que podríamos ser muy felices sin dinero —eso sí, siempre y cuando tengamos cubierto el asunto de la comida y la bebida—. Si no somos capaces de vernos bien en el caso de que nos quedemos sin trabajo, siempre tendremos miedo de perder el que tenemos, nos estresaremos con facilidad y no podremos disfrutar plenamente de él.
 
Siempre que surja el estrés laboral o nos atemorice un informe o una reunión con el jefe, la solución es la renuncia; comprender que, en realidad, nunca hemos necesitado el empleo.
 
El resto de necesidades ascienden en dificultad. ¿Cómo sería no necesitar aprobación ni compañía? Yo tengo un amigo que vive retirado en el campo con sus dos perros y apenas ve a nadie. Es feliz con la naturaleza y la cultura a la que accede a través de internet. Como comprobaremos, la madurez exige saber ser feliz en completa soledad.
 
Y podemos seguir quitándonos necesidades de encima hasta el extremo de renunciar a la vida. En realidad, no es tan difícil aceptar que la vida es un tránsito rápido y que no existe ninguna obligación de vivir mucho. No temer a la muerte es fundamental para no ser hipocondríaco y llevar bien las pérdidas de los seres queridos. Pero también para vivir con pasión el presente, como si no fuese a haber mañana.

 

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